domingo, 15 de junio de 2014

Sábado 10 de agosto. Terminamos la bendición de las casas.


Aquel día: 6,10 levanto; 6.30 misa; 7,10 laudes y desayuno; 9.30 bendición de las casas de Siguiri; 12.30 misión; 1 comida (arroz blanco con salsa); 2 siesta total; 4 bendiciones, disfruto; 7 misión; 7.30 vísperas y cena; 8.30 rezo; y 9 agenda.

Celebro el cumpleaños en el mejor sitio, una misión de África. Aquel adolescente si en este día hubiera conocido como celebraría su cuarenta y tres aniversario se hubiese sentido el más feliz del mundo. Gracias Padre. Sinceramente, no lo he comunicado a ninguno de mis hermanos de comunidad misionera. El mejor regalo: bendecir muchas casas hoy. Eran cuatro y perdimos la cuenta. Desde las 16.10 hasta las 19. Feliz. Casas de estilo europeo. Hogares cerrados sin el estilo local y pintoresco de las cabañas. Y en la última una beer, cerveza. Brindamos. ¿Un deseo? El próximo año volver a bendecirlas. Gente buena en un gran poblado. Mañana la última noche en Siguiri. Triste. No me importa el cansancio por el Reino de Dios, con Cristo y María se transforma en gozo. Aquí descubro la importancia del sacerdote. En las misiones se valora el trabajo. Aquí te sientes sacerdote. Durante la cena una pareja de novios ha venido para casarse. La vida prosigue. Durante la bendición un padre y su hija. Ella le sigue, confía en él, se coge a su mano y él la mira con la mirada paternal. Al atardecer una señora nos ha obsequiado con un exquisito guiso de piel de vaca, buenísimo, pero picante.

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