lunes, 16 de junio de 2014

12 y 13 de agosto. Regresamos.


Todo concluyó. Así el día fue el traslado hasta la ciudad de Bamako. De este modo quedó anotado en la libreta amarilla:

6 levanto; 6.30 misa, laudes y desayuno; 10 adios a Saint Alexis. Tristeza,1.20 llegamos a los salesianos de Bamako, mucho calor, nos encontramos con el padre Rafael, Pablo y los acampados
; 4 leo y descanso; 7 rezo, rosario con el padre Rafael; 10.30 al aeropuerto cruzando el Niger; 1 adios Malí; 3 leo y descanso en el avión; 6 aterrizamos en Lisboa, almorzamos y velozmente embarcamos; 8.15 a Valencia en avión; 10 llegada, metro; 12 a Algemesí; 1 casa, veo a mi madre, la sobrina y las primas; 2 a Montaverner, cuelgo fotos.

¿Sentimientos? Cansancio y deseos de reencontrarme con las parroquias, sumergirme en las fiestas y en mi mundo, el de los pueblos. Los días vividos allí iluminan la vida pastoral, pero mientras Dios no me muestre el camino,  África es un paréntesis, cada vez lo veo más necesario, en las actividades, pero la pecera de este pececillo es el Valle donde vivo,  serpenteado por el río Albaida. Ahora bien, desde que Cecilio y el padre Rafael me abrieron las puertas de este continente siempre he visto con claridad ser todo “gracias a Dios”, iría si Dios quería, he ido porque Dios ha querido y le pido que siempre quiera unos días o el tiempo que considere. Las casas sacerdotales y religiosas acogen misioneros que deseaban morir donde vivieron gran parte de su ministerio sacerdotal y por obediencia se encuentran lejos de la misión, “para que estén mejor cuidados”.  Todo está en sus manos.

Aterricé en mi tierra, mis gentes. Me esperaban días intensos: fiestas patronales de Alfarrasí, a continuación fiestas patronales de Montaverner con la novena al Cristo de la Agonía de Alfarrasí, novena de la Virgen de Loreto en Montaverner, fiestas en Benisuera y una de las más agradables sorpresas de aquel año: los festeros me invitaron a ser el Mantenedor de las fiestas, un honor y una responsabilidad.
Teresa de Liseaux, patrona de les misions, priez por nous.

Domingo 11 de agost. La tristeza del hasta el próximo año, au revoir ami.


Fue nuestro último domingo y éste se desarrollo del siguiente modo:

7.30 laudes y desayuno; 9 misa en St. Alexis, despedida y agradecimientos; 11 misa en Siguiri; 1 comida (cuxcus y plátano), siesta; 4 paseo y tertulia; 7.15 vísperas y cena; 9 vemos película sobre la Madre Teresa; 9.50 diario.

En él anoto: última comida en Siguri. Misas de despedidas y agradecimientos. Ellos felices. Nosotros también. Volveré si Dios quiere, sabiendo algo de francés. Gracias al padre Rafael, sin él no hubiese vivido esta experiencia.  Llueve.

21:44 la palabra que resume el sentimiento presente es tristeza y gratitud. Sí, tristeza porque termina la misión. La había deseado tanto desde aquel 19 de julio de 2012, cuando abandoné Kara, en Togo. Volver a África. Visitar Siguiri, la misión del padre Rafael. Y ha sido tan humana y sacerdotalmente tan satisfactoria. Las parroquias nos han querido tanto. Entramos primero en su corazón y después en sus casas. Tres europeos capaces de dejar su tierra para visitarles y encima contentos y felices.

Sí, esto no es turismo. ¿Qué hemos encontrado? Una parroquia en Guinea Conakry, un pueblo integrado por malienses que hablan el malike, unos hermanos cristianos rodeados de musulmanes, sencillos, buenos y acogedores.

Gracias al padre Rafael hemos entrado en sus hogares, y así ahora sabemos como viven, conocemos por experiencia sus casas. Hemos entrado en sus cabañas, habitaciones y chalets, que también los hay.

La vida aquí no ha sido como en Togo, sino rutinaria y monótona. Éste ha sido el encanto. He vivido la mayor parte del tiempo en la misión, rodeado de cristianos con sus casas muy próximas a las nuestras y he sido muy feliz.

Gracias Padre, por el regalo de vivir unos días en Guinea Conakry. Cerca ellos duerme en sus chozas de adobe y paja. Gracias Padre por una parroquia que siempre llevaré en el corazón, Saint Alexis de Siguri.

domingo, 15 de junio de 2014

Sábado 10 de agosto. Terminamos la bendición de las casas.


Aquel día: 6,10 levanto; 6.30 misa; 7,10 laudes y desayuno; 9.30 bendición de las casas de Siguiri; 12.30 misión; 1 comida (arroz blanco con salsa); 2 siesta total; 4 bendiciones, disfruto; 7 misión; 7.30 vísperas y cena; 8.30 rezo; y 9 agenda.

Celebro el cumpleaños en el mejor sitio, una misión de África. Aquel adolescente si en este día hubiera conocido como celebraría su cuarenta y tres aniversario se hubiese sentido el más feliz del mundo. Gracias Padre. Sinceramente, no lo he comunicado a ninguno de mis hermanos de comunidad misionera. El mejor regalo: bendecir muchas casas hoy. Eran cuatro y perdimos la cuenta. Desde las 16.10 hasta las 19. Feliz. Casas de estilo europeo. Hogares cerrados sin el estilo local y pintoresco de las cabañas. Y en la última una beer, cerveza. Brindamos. ¿Un deseo? El próximo año volver a bendecirlas. Gente buena en un gran poblado. Mañana la última noche en Siguiri. Triste. No me importa el cansancio por el Reino de Dios, con Cristo y María se transforma en gozo. Aquí descubro la importancia del sacerdote. En las misiones se valora el trabajo. Aquí te sientes sacerdote. Durante la cena una pareja de novios ha venido para casarse. La vida prosigue. Durante la bendición un padre y su hija. Ella le sigue, confía en él, se coge a su mano y él la mira con la mirada paternal. Al atardecer una señora nos ha obsequiado con un exquisito guiso de piel de vaca, buenísimo, pero picante.

Viernes 9 de agosto. Encuentro con los enfermos.


Aquella jornada fue intensa a tenor de los pensamientos escritos en la libreta amarilla. Así anoté:

6.10 levanto; 6.30 misa; 7 laudes y desayuno; 9 leo; 9.30 visitamos enfermos de Saint Alexis; 11 visitamos enfermos de Siguiri, tertulia y lectura; 13 comida, es decir, arroz con carne y plátano, paseo y Hora Intermedia; 2 leo la antología de textos de un francés con corazón africano, Carlos de Foucauld; 4.30 tertulia; 5 al ciber, no puedo entrar en el facebook, envío carta; 7 vísperas y cena (fabada española, carne con patatas y plátano), 202. agenda.

Pero la hoja comienza así:

Canta un gallo que morirá. Felizmente cantaba al amanecer. Una mañana un niño se acercó, tomó su cuello y lo mató. Así lo contó el seminarista. El gallo apagó su canto. Había nacido para morir. Su muerte apagó el hambre de la comunidad y hermanos adoptivos. Animales que crecen en libertad y mueren por nosotros. Ellos impiden la hambrina. Ellos evitan las estremecedoras imágenes africanas de los niños etíopes o somalíes. Aquí gracias a Dios no se pasa hambre. ¿Cómo viven? Sin luz ni agua corriente. Sin lavadora, nevera, microcerámica, microondas, termo de agua caliente, lavaplatos,… ahora bien con teléfono móvil, gracias a las nuevas tecnologías que nos han liberado de los cables.

África es regresar a la infancia de mi abuelo Leonardo a principios del siglo XX. África es vivir un 75 % de la vida de mis bisabuelos, tat… abuelos. Ellos no conocían la luz. Al  amanecer se levantaban, con la noche la lumbre para cenar, hablar, escuchar al padre y a la madre y dormir. Esa niña, la más pequeña de la casa, cogida de la mano de su padre bien pudiera ser mi abuela Carmen, la pequeña de seis hermanos, con su primer amor, el primer amor de toda mujer, su padre “el músic Fernandet”. Partimos.

Las doce, ya estamos aquí. Viernes musulmán. Tranquilidad. Las mezquitas están vacías. No se distingue este día de los demás. En esta ciudad musulmanes y cristianos visten igual y conviven pacíficamente las dos religiones. Todos los comercios se encuentran abiertos, es muy distinto a nuestro domingo. En la lejanía escucho al almuecín invitando a adorar a nuestro Único Dios. Apenas se escuchan las oraciones de la mezquita.

Al amanecer, a las seis, la campana de la iglesia invita al poblado cristiano a levantarse. A las seis y cuarto nos invita a la misa y a las seis y media a orar con María. La comunidad reza el Ángelus.

Las 12:05 Hora Intermedia. Canta un gallo. A leer a un gran enamorado del África sahariana, Carlos de Foucauld. Se oye música en la lejanía.

Noche en la misión. El ruido del motor apaga la música. Arriba los hermanos ven una película. Mi vista se cansa. Aquí es más duro que en Perú, me dice Sergio. Sí, pero tiene un misterio, es África. La gente nos saluda. Son muy educados. Al ciber por el arcén, disfrutando de la tarde africana. Somos distintos y reconocibles. Pasan por la carretera coches y motos. En el ciber somos los únicos blancos. Nadie se mete con nosotros. Nos respetan. ¡Cuánto tenemos que aprender los europeos! Me he sentido extraño en el ciber. No se. Todos me miran. soy diferente a ellos por mi color de piel. En un radio de varios kilómetros somos los tres únicos blancos. Y nos quieren los cristianos. y nos respetan los musulmanes. Caminamos tranquilos por la carretera internacional. No tenemos miedo.

Noche en la misión. ¿Qué hay más allá de la oscuridad que nos envuelve? Hogares con lumbre. Chozas rodeando el patio. Corazones que nos aman. Cristianos felices por tener en la misión a tres sacerdotes que les quieren. Contradicción: deseo estar con mi gente, mis parroquias. Deseo no partir, regresar de nuevo. Disfrutando cada instante del poblado, de la pobreza de mi habitación. ¿Tendré suficiente gel? En el e-mail: soy muy feliz aquí. Gracias Padre.

E-mail enviado desde el ciber de Siguiri.


E-mail enviado desde el ciber de Siguiri:
Con el teclado francés.
Hola a Todos
Es viernes q penqs quedan unos dias en este pueblo de Guinea Konqkry. La experienciq esta siendo como el ano pasado muy buena. Africa de nuevo me ha vuelto a enamorqr. Es encantadorq. La mision es^un pequenyo poblado en una ciudqd mayoritqriamente musulmana; Los cristianos son muy acogedores; los nimos nos saludan y vienen con nosotros; un encqnto co,o todos ellos: Nos levantq,os a laz 6, misa cfon un buen grupo en la pequenya iglesiq, oracion de la mqnyana, desqyuno cqfe con leche y embutidio traido por el seminqristq Pablo desde Espanya, bendicion de las casas, nbos quedan 4 en el poblado y 8 en Siguiril; lecturq; comida; siestq o lectura; bendiciones; lqs 7 laudes; cena y pelicula tertulia o lecturq y q lqs 10 30 descanso; La comida es africana y muy buena todos los dias arroz con carne y platano: La mision es pobre y vivimos en cierta manera como ellos cuando llegamos hqbian puesto la luz de placas solqres hqstq entonces solo teniqn luz 3 horas al dia. Una palabra q lo resuma: soy muy feliz y si el Padre Rafael me admite aue parece aue si y Dios quiere volvere;
El mqrtes regresamos y el miercoles por la tarde ya dire misa en los p_ueblos
Esto es espectacular por el encanto de ser una mision con gente muy acogedorq

Jose, misionero siempre y particularmente estos dias

Corrección. 

Hola a Todos
Es viernes apenas quedan unos días en este pueblo de Guinea Konakry. La experiencia está siendo como el año pasado muy buena. África de nuevo me ha vuelto a enamorar. Es encantador. La misión es un pequeño poblado en una ciudad mayoritariamente musulmana; Los cristianos son muy acogedores; los niños nos saludan y vienen con nosotros; un encanto como todos ellos: Nos levantamos a las 6, misa con un buen grupo en la pequeña iglesia, oración de la mañana, desayuno café con leche y embutido traído por el seminarista Pablo desde España, bendición de las casas, nolo quedan 4 en el poblado y 8 en Siguiri; lectura; comida; siesta o lectura; bendiciones; las 7 laudes; cena y película tertulia o lectura y a las 10 30 descanso; La comida es africana y muy buena todos los días arroz con carne y plátano: La misión es pobre y vivimos en cierta manera como ellos cuando llegamos habían puesto la luz de placas solares hasta entonces solo tenían luz 3 horas al día. Una palabra q lo resuma: soy muy feliz y si el Padre Rafael me admite que parece que si y Dios quiere volveré;
El martes regresamos y el miércoles por la tarde ya diré misa en los pueblos
Esto es espectacular por el encanto de ser una misión con gente muy acogedora

Jose, misionero siempre y particularmente estos días

viernes, 13 de junio de 2014

8 de Agosto. Solos en la misión.




Las fotografías evocan vivos recuerdos vividos allí, en Siguiri, en la misión y el pueblo. Así fue la jornada: 6.15 levanto; 6.30 misa; 7 laudes y desayuno; 9 bendición de las casas en Saint Alexis; 11 almuerzo y vemos Don Bosco; 13 comida; 14 leo Lumen Fidei; 14.30 descanso; 16 bendición de las casas; 18 vemos la película de Don Bosco; 19 vísperas; 20 vemos Gran Torino, si bien mi escasa cinefilia me lleva a retirarme, rezar, terminar la encíclica Lumen Fidei y a las 22 emprender el sueño africano.

Jornada cuasi calco de la anterior y sin embargo ofreció poder escribir dos hojas con los siguientes pensamientos:

Seguimos en África. África es dura. Desde las 20:30 llueve. Pienso en las buenas gentes, cuyas casas he bendecido, sin luz, chozas con techos de paja, mientras llueve torrencialmente, al igual que todos los días. Los niños nos saludan, pelean por cogerse de la mano y hasta quieren jugar con nosotros. Son alegres. Niños que sonríen porque tienen madre, en un lugar donde no hay niños solos y las madres llevan a sus hijos en la espalda, amantándolos. Poblado de padres de mirada tierna hacia ellos. Abuelos juguetones con los pequeños. Todo abierto. La gente vive en torno al patio, así la casa está formada por chozas a modo de habitaciones donde duermen los hijos. Bendecir las casas es entrar en lo profundo de África, en su corazón. Un proceso que comienza en el avión, aterrizando en el aeropuerto, adentrarte por la carretera para llegar a la misión y de allí a la casa. De este modo vamos aterrizando en el corazón de África: la familia.

Hace unos días deseaba regresar pronto, mientras hoy ya más aclimatado intento disfrutar de cada momento. Estoy en África y no en cualquier sitio, sino en una pequeña misión de un pequeño poblado. En Kara había más actividad (los campamentos, las salesianas, el Foyer, la parroquia, las comunidades de base, el Centro Don Bosco). En Saint Alexis hay menos actividad (misa y bendiciones), a penas salimos de la misión. ¿Dónde mejor? Aquí. No hay actividad. Sólo presencia, estar saboreando la tierra, la vegetación, el cielo  y sentirte un misionero de los tiempos pasados, unido a su misión. Hay poco, lo suficiente, mucho. Feliz. Mi vida está allí, en mis pueblos, pero aquí me ayuda para allí. ¿Volver? A Dios se lo pido.

Cuando escribo estas letras me encuentro esperando comprar el billete, apenas queda mes y medio para regresar con quienes han queda “enfermos de África” mis compañeros de la expedición, Sergio y Pablo, más dos seminaristas. Mientras los compañeros de la III Misión a Togo, mi primer encuentro con África, también sueñan en regresar el próximo mes allí. Este es el llamado “mal de África”.

7 de agosto. Los niños se van de campamento. Silencio, triste silencio.


Aquel día fue muy especial para ellos y ellas. Si iban de campamento gracias al Padre Rafael y el salesiano Eli. Todo lo más barato posible: autobús gratuito, estancia en el Centro Pere Michel de Bamako, muy semejante y muy diferente a nuestros campamentos.

Así quedo en la libreta:

Los niños esperan alegres el autobús. Son las 8.40. Sigue lloviendo. La misión es pobre, así la luz proviene de las placas solares, el jabón es el de antes, y la cama es vestida con dos pobres sábanas y una manta. No hay hambre, los niños comen. Es la tierra prometida para sus antepasados, quienes con los misioneros se establecieron allí, buscando vivir la religión católica en paz. No hay luz en el poblado, si hay fuente. La noche es oscura desde las 19.15. Gente alegre y acogedora. Sueño con regresar el próximo año. El deseo es más felicidad que la realización del deseo. Cuento los días que faltan para volver a África, pero si estoy aquí, mañana viviré lo que hoy vivo. Suena el tam-tam. África es vida. Aquí el África es menos profunda que en Togo, faltan las danzas, los ritos, el colorido, quizás por la cercanía al Sahel, así es otra África. Los jóvenes pasan por la ventana.

Las doce y el autobús no ha llegado. Se le espera desde ayer.

6.30 levanto; 7 laudes y desayuno; 9 misa; 10 esperamos el autobús, leo Lumen Fidei; 12 descanso; 13 comida; 14 descanso; 16.30 llega el autobús, despedida de Rafa, Elí y Pablo; 17.30 bendición de las casas del pueblo; 18 hora intermedia y oficio de lecturas; 18.30 vemos una película; 20 vísperas y cena; 20.30 seguimos con la película; 22.30 agenda.   

Un día termina. Los niños han partido, la misión ha quedado desértica. Permanecemos el padre José Miguel, Sergio y yo, a los que se ha sumado un seminarista. Demasiado silencio. Como en Siete Aguas, sin niños. En las bendiciones bendigo a un recién nacido. Sorprende el número de recién nacidos, de madres jóvenes con sus niños en la espalda.

jueves, 12 de junio de 2014

Miércoles 6 de agosto. Los niños no duermen, juegan.


Miércoles 6 de agosto. Los niños no duermen, juegan.
Aquella noche fue de
campamento, las vivencias durante la bendición de las casas y Remí, el anciano catequista.
Pero comencemos por el último. ¿Quién este hombre que guarda una cruz y una fotografía con el Papa Juan Pablo II? Visitamos su casa por la tarde, aunque ya lo conocíamos. Él fue el responsable durante cuarenta años de mantener viva la fe en el poblado. Tras la expulsión de los misioneros el obispo le encomendó la tarea de abrir la iglesia, rezar y formar a la comunidad católica de este lugar. Y así lo hizo. Años después, durante la visita de San Juan Pablo II a Conakry tuvo la oportunidad de saludar al papa y recibir de él una cruz. En la parroquia es el alma, como lo son los catequistas en África, el ministerio laical que está haciendo de las iglesias de allí comunidades vivas.
Hogares donde la fe está presente. Así lo descubrimos en las casas bendecidas, entre ellas la vivienda de un ciego. De este modo ellos nos acogieron y nosotros nos sentimos como en casa. No me cansaré de escribir, pisando África, el mejor medio para conocer este apasionante continente, la cuna donde creció la humanidad. Nuestras raíces más profundas se hallan en esta tierra, el grito desde las grutas más hondas de nuestros antepasados surge desde África.
Y los niños. Al día siguiente partían hacia Bamako de campamento, merced al empeño del padre Rafael y el salesiano Elí. Muchos procedentes de los poblados ya se encontraban allí, otros con el permiso de sus padres habían comenzado el campamento con el encanto de pasar una noche fuera. ¡Cuántos recuerdos! La ilusión de ellos es la misma en Siguiri que en Alfarrasí y Montaverner, en Guinea que en España.
En la libreta anoté los sentimientos: el tiempo apremia. Noche en Saint Alexis. Los niños pasan su primer día de campamento. Han montado sus tiendas. Como todos los niños. Primera noche. No duermen. Risas. Emoción. Son los niños de la parroquia. Cantan inquietos. Canta el motor. Noche en África. Calor tropical. Día normal. Se oyen voces. Estamos en el corazón del poblado. Voces de jóvenes. Jóvenes que ríen y se enamoran. No somos tan diferentes. Cada día somos menos extraños para ellos. Los jóvenes nos saludan. Cordialidad.
Y el diario: 6, levanto, lucho contra la llave del agua rota; 6.35 misa, laudes, desayuno (adios a la leche condensada, la que traje de Valencia se termino); 9 bendición de las casas del poblado; 12, descanso; 1 comida (arroz con salsa y pollo, pobre pollo que cantó y murió), llueve; 3 descanso; 5.30 levanto, rezo, termino enviat; 7 vísperas y cena; 9 televisión; 10 agenda.
Esta es la jornada, en la que la misión se halla viva. Ellos durmiendo en sus tiendas, las mismas que encontramos en España, pero sin nada más. Y son felices, sonríen.   

martes, 10 de junio de 2014

5 de agosto. El entierro y en moto.


En la agenda anoté: 6.30 levanto; 7 laudes y desayuno; 9 vamos a la morgue de la mina de oro, traemos el cadáver; 10 entierro de
Leonard; 1.30 comida, pollo y arroz; 2 leo y levanto; 4.10 visita y bendición de las casas de Siguir; 6 misión; 7 vísperas; 7.30 comida, tortilla y espaguettis; 8 tertulia; y 11.30 agenda, día lluvioso. Antes he apuntado: un día fantástico, estado de ánimo alto, me arrepiento de lo escrito el domingo, feliz, África va penetrando en el corazón.

Aquella jornada estuvo marcada por el entierro de Leonard, muy semejante al celebrado en nuestros pueblos hace décadas, cuando el sacerdote con los monaguillos visitaba la casa, desde allí se iniciaba la comitiva hasta la Iglesia y de ésta al cementerio, procediéndose en cada momento los ritos previstos por ritual. Mañana de lágrimas, porque el africano que tiene una piel dura y es fuerte, llora y sufre la muerte de los seres queridos. Lo más significativo el gesto ante la tumba, donde todos derraman agua bendecida sobre el féretro. Bueno y la visita a la morgue, una cámara frigorífica alquilada por la mina de oro, sin olvidar la cantidad de fotógrafos, con sus móviles y cámaras de video inmortalizando en el lugar de la muerte desde la colocación del cadáver en el ataúd hasta su entierro.

Tradición ancestral, la asistencia de los parientes lejanos y por ello desde la muerte hasta el funeral se espacian unos días, a fin de facilitar su llegada.

Por la tarde vivimos por única vez la imprudente experiencia de circular en moto sin casco en una ciudad donde los accidentes son numerosos y graves. De este modo visitamos las casas de los cristianos residentes en el pueblo, la levadura en la masa, cuales Carlos de Foucauld, sumergidos en el Islam, cristianos en la frontera, donde se ganan el aprecio de sus vecinos mediante la vivencia del Evangelio.

De este modo conocimos como viven en un pueblo, vida siempre mucho más duda y estresante que en la ciudad. En el corazón de ella los espacios son reducidos.

Así disfrutamos de la tarde, para después compartir la experiencia con los padres salesianos, Rafael y José Miguel.

Al anochecer África permanece en silencio.

lunes, 9 de junio de 2014

Domingo 4 de agosto. Día de contrastes interiores.


 En la libreta escribo: situación en estos momentos. Tarde del domingo 4 de agosto. Cansancio. Sueño. Desánimo. Añoro las parroquias. Soledad. ¿Realmente debería haber venido? La misión es dura. La misión es dura. Tristeza. África es dura, pone a prueba la misión.

A continuación recuerdo los momentos vividos en esta jornada: visitamos y bendecimos tres familias. No sé. ¿Seré yo? África? El estado de ánimo aumenta. El encuentro con las gentes, la mirada luminosa y blanca de los niños negros. Un “merci mon pare” es suficiente. La tarde amenaza lluvia y es luminosa, radiante. Luz que da fuerza y aviva las tonalidades. El verde emborracha, seduce, cautiva. Termino la jornada feliz.

Sigue el diario de este día: 6.30 levanto; 7 laudes en la capilla; 8 desayuno; 9 Misa en la parroquia, llena, rebosante; 11 misa en Siguri, perfecta; 1 Comida; 2 leo Enviat; 3 siesta; 4.30 bendición casas; 6 merienda, paseo impactante y colorido atardecer; 8 Vísperas y cena, lo mismo, cuxcus y plátano, tertulia; 10.30 oficio de lecturas y completas, agenda.

Estas son las notas escritas aquel día. Posiblemente la jornada en la que descendí a los valles más profundos de la misión.

Con la mirada hacia atrás y hacia adelante, recuerdo y espera, en este mediodía en Montaverner. Quizás algún lector o lectora se sorprenda y sin embargo es así. No son ni vacaciones ni turismo, es misión y nada tiene de turismo por ciudades de bellos monumentos, casas donde la comida abunda y agotadoras jornadas conociendo los edificios patrimonio de la humanidad. Aquí sólo se puede venir tomado de la mano de Cristo crucificado y Él te hace sentir sus llagas y cargar con la cruz.

Todos los que vamos a África bebemos del cáliz amargo de la soledad, la distancia, el cansancio, fruto de un continente agresivo con sus hijos. Unos lo confesarán, otros callarán, pero todos pasamos por ese “bajón”, una o varias veces durante la estancia.

Quizás éste sea el milagro de África, y a pesar de ello deseas volver. Aunque cuentes los días que faltan para regresar a tu realidad, la de los pueblos con las gentes. Contaba un misionero como después de esperar poder volver a la misión, cuando faltaban días, algo le empujaba a no emprender el vuelo hacia ese país donde pasaría meses de entrega.

¿Y por qué? Cada uno tiene sus razones. Releyendo las frases, por ese algo inexprseable que atrapa, quizás por que allí Jesucristo es más visible o quien sabe si porque Dios en su Providencia te llama a vivir unos días entre los hijos de la Iglesia más pobres, planteándote preguntas sin respuestas entorno al abismo que separa ambos continentes.  

domingo, 8 de junio de 2014

Sábado 3 de agosto. Pisando el poblado. Bendición de las casas.


Atardece en España. En África con la fuerza del sol tropical también, para amanecer e iniciar de nuevo la dura jornada este continente.

Aquel día anoté en la libreta: 5.30 levanto; 6 oficio de lecturas, misa y laudes; 7.15 desayuno; 10 visita y bendición de las casas; 13 comida (arroz blanco con carne); 14 leo Enviat, es decir, el tercer libro del educador junior; 15 descanso; 16 bendició de las casas del barrio; 19 vísperas y cena; 20 tertulia; 22 leo y agenda; y una nube acompañada de una palabra, “torrencial”.

Iluminando cada momento la presencia de los cristianos del poblado, la luz de quienes en la oscuridad de la Iglesia iluminan con sus cantos y oraciones el pequeño templo. Día de oración con ellos y con la pequeña comunidad salesiana, en la capilla de la casa. Desde el amanacer todo es distinto en este lugar, tan pobre en medios. Es la misión soñada, dura, muchisimos más que Kara, misión rural, parroquia como este pueblo desde el que escribo y recuerdo, pequeña, donde todos nos conocemos, una gran familia.

En la penumbra de la Iglesia ellos oran, comienzan la jornada rezando el ángelus, invocando a María, la misa en francés y maliké. Llueve. Unas niñas, protegidas por un manto caminan sonriendo a la lluvia. Los jóvenes ayudan al padre Rafael. Y nosotros con los monaguillos iniciamos la peregrinación por las casas del poblado, bendiciendo el agua y rociando las habitaciones con ella. Les llevamos a Dios y Él es el amor y el bien que cuida y protege. Así, pisando África, los caminos y las casas conocemos a sus gentes y la realidad de este continente. Chapurreando francés elevamos la plegaria. Ellos nos abren las puertas, las casas sin luz ni agua corriente, con habitaciones cerradas para protegerse del calor de la estación seca, techos de paja que protegen a la familia, ese gran bien de África.

 Continente vivo, donde todos trabajan. Y una imagen que se repite, los niños transportando el agua desde la fuente hasta sus hogares. Pozo excavado por los misioneros que abastace a la población, cuyo preciado líquido alcanza la superficie mediante el pedaleo de los niños, una y otra vez, llenan las garrafas de plástico, más pesadas que ellos y con la tenacidad africana, al carro de dos ruedas y al hogar. Ellos sonríen y juegan, porque para los niños hasta ir a cargar las dos garrafas de agua al pozo es un juego.

La jornada concluye. En el silencio de la misión.

viernes, 6 de junio de 2014

2 de Agosto. Sumergidos en la misión.


La noche anterior, recuerdo en estos momentos, mientras cenábamos, unos gritos de dolor traspasaron las ventanas de la misión. La familia de un catequista lloraba la muerte de éste. Tras ser intervenido quirúrgicamente, apenas dos días de postoperatorio, fue enviado a casa, infección y muerte. Iluminados por las linternas, descendimos por una pequeña ladera, entrando en el conjunto de chozas que formaban este hogar. Sin luz, en la oscuridad entramos en la casa y allí rezamos por él. Las mujeres rodeaban el cadáver, los hombres esperaban fuera.
Therese. Así se llama la hija de la cocinera y directora del coro parroquial. Es una niña más en un poblado donde ellos son la mayoría. Ella nos mira, quizás con extrañeza, con la mirada de una niña que observa una piel blanca y unos rasgos extraños, que rompen la monotonía de África. Hombres que hablan un idioma diferente, en su tono semejante al francés.

Primer día en Saint Alexis. Con el amanecer África se levanta. A las seis nos encontrábamos en la Iglesia, celebrando la eucaristía. Capilla iluminada  merced a la energía solar, con bombillas de bajo consumo y linternas alógenas.

Allí con los padres salesianos Rafael y José Miguel compartimos la eucaristía. La Iglesia llena de hombres y mujeres, y algunos niños en los bancos. La misa diaria y ellos allí estaban. Tienen a Dios. Los cantos, fruto de los treinta años sin contacto con la Iglesia, en latín. A las ocho comenzamos la visita del poblado, ésta nos llevó al cementerio de los fundadores, algunas casas y un bar situado sobre una colina, con una panorámica del valle, atravesado por el río Niger, cual blanco rebaño serpenteante descendía hacia Mali. Comida, descanso, oración, cena, lectura y descanso.

Una jornada para dejarse acariciar por la luz africana, mirar, contemplar, sentir y conocer este sorprendente continente, compartir meses después con vosotros.

Tierra de niños de mirada penetrante y niñas convertidas desde pequeñas en cuidadoras de sus hermanos más pequeños, llevándolos como sus madres sobre las espaldas, arrodilladas limpiando el suelo y cargando sobre la cabeza el agua procedente de la fuente. Jóvenes soñando con una moto, niños en la huerta estéril. Casas donde la choza se funde con el edificio rectangular con su porche y habitaciones, sin luz, cocinas de carbón con las ollas africanas, ubicadas en el exterior. Animales domésticos, conviviendo con las personas. Niños que juegan con ruedas de plástico. Bares donde la televisión con su parabólica para ver los partidos de futbol europeos es la protagonista, a la que suman las cervezas en lata y los refrescos. Los vestidos estampados con vivos colores y los tejanos y prendas de vestir occidentales.

Todo tan diferente y a la vez tan semejante. Es el primer día, tiempo de silencio en la habitación y tiempo de encuentro con este pueblo acogedor, estas buenas gentes .

jueves, 5 de junio de 2014

1 de Agosto. Alcanzamos la meta: Saint Alexis. Primeras experiencias.


Y el día llegó. La lluvia nos esperaba para despedirnos de Mali. Con Elí emprendimos el viaje hacia la misión de Saint Alexis. Pero previamente pagamos el peaje por circular a través de la carretera que une la capital con la frontera. Por cierto, una carretera con un firme sin baches, recta y ancha, semejante a nuestras vías rápidas.

Gracias al cine y la televisión toda nuestra mirada se encuentra tamizada por las películas y los documentales. Para nosotros, no para Elí, quien frecuentemente cruza la frontera inexistente antes de la colonización, cuando la misma etnia era dueña de las tierras, todo ello constituía una nueva experiencia. En el recuerdo quedaba como una sombra la frontera hispano-francesa, con sus respectivos trámites.

La frontera es lugar de paso y por tanto bullicioso, con personas cruzando de un país a otro. Allí los militares y los policías custodian y controlan el paso de las gentes. Para nosotros todo fue fácil gracias a este salesiano. Controles, cumplimentación de los formularios, presentación del pasaporte con las visas correspondientes, pago de las tasas y a circular en otro país. El tercer visitado en dos años por quien escribe. Guinea Conakry era ya una realidad. Después de dos horas cómodamente viajando alcanzamos la misión.

Sobre el mapa ésta se halla en un recóndito rincón de este país, lejos de la capital y de la costa. En la memoria las conversaciones con el padre Rafael, cuando nos comunicó de su pronto traslado a esta obra salesiana.

Allí ante nosotros una realidad muy diferente a los centros de Lomé, Kara o Bamako, destacando por la falta de medios y pobreza, tanto material como en religiosos. Tan sólo tres salesianos y uno de ellos, el director, compartiendo su tiempo con Kankan. Sin luz continua hasta hacía unas semanas.

Y sin embargo, ¡cuánta belleza hallamos en este lugar! La misión ideal para un sacerdote que desee unir su vida con los últimos: la casa de los salesianos con la capilla, habitaciónes, comedor y sala de comunidad, otro pabellón con aulas, la casa donde vivió una comunidad de religiosas, la escuela, los talleres de formación profesional, el dispensario y la iglesia de Saint Alexis.

La misión y el poblado nacieron al mismo tiempo, cuando un grupo de cristianos acompañados por los misioneros dejaron tras de sí Mali y amparados por la metrópoli francesa, quien donó las tierras, levantaron el poblado y la misión. Años después los misioneros fueron expulsados y ellos, gracias a un catequista, mantuvieron durante treinta años la fe católica. Posteriormente los padres salesianos tomaron el testigo y siguieron cultivando el árbol plantado hace casi un siglo por aquel grupo de discípulos del maestro.

Allí con los brazos abiertos nos esperaba el Padre Rafael, en la soledad y el silencio de la misión. Comenzamos a vivir la experiencia en este lugar tan encantador y diferente a Kara. Mientras quien escribe aprovechaba para descansar en su habitación, los compañeros iniciaron los primeros encuentros con los lugareños. Fue con un niño, el hijo de la cocinera, quien él o la Providencia los llevó a dos lugares significativos para la parroquia: el cementerio de los fundadores y el actual camposanto. En el primero esperan la resurrección los padres de la misión, aquellos que buscando un lugar donde fuesen respetados, levantaron las chozas y la iglesia. Allí estaban las raíces de la fe. Y en el segundo el padre del niño.

Tarde luminosa, africana, de niños correteando y jugando al futbol, mientras los jóvenes con sus motos circulan por los caminos. Primeros momentos en los que sin conocer el idioma comenzamos a impregnarnos de una realidad con un mismo color y luz, pero con diferentes tonalidades, la de unas gentes más cercanas al sahel que al golfo de Guinea, el África profunda.

martes, 3 de junio de 2014

Miércoles 31. África.


Amanece después de una noche de fiesta. Ellos han disfrutado bebiendo mi sangre y dejando en todo mi cuerpo las picaduras. Si vas a África no te olvides el repelente contra los mosquitos. Pero bien compartí mi sangre con los insectos autóctonos.  Por la mañana visitamos la granja de los salesianos, para ello abandonamos la ciudad y por los caminos disfrutamos contemplando el mercado y las gentes. Por la tarde nos acercamos al obispado. Y como no, nos visita la lluvia. Pero el alma africana es fuerte y recia, ellos aguantan las lluvias torrenciales, la vida sigue, pausadamente, sin detenerse. Mujeres con los niños sobre su espalda trabajando, niños vendiendo productos. Las sensaciones son múltiples. Las fotografías me sumergen en los recuerdos, en lo invisible de cada una de ellas. Pobreza extrema, invadida por los móviles, la última colonización occidental, en este mundo globalizado, donde el africano sueña con Europa e intenta vivir como los europeos, con su movil, muchas veces sin tarjeta; su facebook, desde los ciber; un vehículo particular, una moto china que se rompe a los pocos kilómetros; la pasión por los equipos de futbol cual socios del Real Madrid o Barcelona, desde la televisión de un bar; vistiendo como nosotros, con la ropa de segunda mano.

Tierra donde el ser humano es el protagonista, ciudades y pueblos rebosantes de personas y por tanto de vida, hombres y mujeres de rostro serio, cual pozo desde la profundidad irradia luz. Y nosotros paseamos o circulamos por allí, conscientes de llamar la atención por nuestro color.

Y así anocheció en la misión. Los misioneros descansan en una vida marcada por el sacrificio. Ésta es una de las mejores experiencias vividas en África, el encuentro con estos españoles, héroes anónimos que un día dejaron a sus padres para servir a la Iglesia, lejos de su hogar, conscientes del precio que tenían que pagar, no sólo el sufrimiento de sus progenitores, sino la enfermedad de la malaria. Fotos

Días 29 y 30 de Julio. Bamako.



Todo comienza con una despedida. Domingo 28 de Julio de 2014. Ellos y ellas están ahí, conmigo. Es la cena de final de campamento. Recuerdos vividos en Sacedón. De nuevo mañana partiré hacia el continente africano. Gratitud hacia este grupo con quienes desde 2004 estoy trabajando a favor del movimiento junior, son mis monitores. Y ellos se vienen conmigo a África, porque en mi corazón estarán, en las fotografías de los momentos vividos en Montaverner, Alfarrasí, los lugares de campamento y convivencias.

Las 17:11 de la tarde del 3 de Junio de 2014. Han pasado ocho años. Pronto, si Dios quiere, regresaré con Sergio Requena, sacerdote y compañero de curso durante ya veinticinco años y dos seminaristas más. Allí nos espera el Padre Rafael, salesiano, san Pedro que abrió, con la ayuda de Cecilio, educador de mi centro junior, las puertas de este paraíso que es África.

Escribo, desde el recuerdo y la esperanza. ¿Por qué ahora y no allí? Lo confieso, sin ordenador es difícil escribir a la velocidad del pensamiento. En esta ocasión quedó en España. Una libreta, un bolígrafo, la cámara y apuntes y fotos. Se escribe por necesidad, es como la mujer que da a luz, la idea, el texto va germinando en las entrañas del alma y nace cuando él quiere, o es la Providencia.

Hoy comienzo a escribir para recordar y compartir. Una fuerza interior empuja a dar a luz los recuerdos y las ideas tejidas en el silencio del alma, consciente e inconscientemente.

Miro las fotos. La primera la cena con ellos y ellas.  Le sigue “la foto”, en el aeropuerto de Valencia, los tres, Pablo, el seminarista, Sergio y quien te escribe. Esa foto que constituye el inicio de la expedición, sonrientes, entusiasmados por esta experiencia misionera. Esta vez desde Manises, cruzando la península, del Mediterráneo al Atlántico en apenas hora y media, maravilla de la aeronáutica, de Valencia a Lisboa, Portugal y después Bamako. Zona de embarque y por cierto, ¿quién ha realizado la foto? Creo recordar ha sido casualmente un alfarrasinero, maestro en Montaverner. Pues sí, allí en la zona de embarque me lo he encontrado con su esposa, camino de otro lugar más cerca.

Y subimos al pequeño y confortable avión, con tres asientos por fila y ventana que permite disfrutar del paisaje. El avión emprende el vuelo. Y ya estamos en el cielo hasta que Lisboa se divisa, con el estuario del río Tajo, sus puentes y el estadio de futbol. Lisboa, la de la revolución de los claveles, bella ciudad dibujada por el río que nace a pocos metros del Turia. Primera anécdota, al intentar salir del aeropuerto para aprovechar las horas visitando la ciudad. Los peregrinos de la JMJ de Río han llegado. Y nosotros, nos perdemos. Somos ciudadanos europeos, podemos salir con tan sólo mostrar en un control automático nuestro pasaporte, para acabar dentro de nuevo, y tras intentar comunicarnos con los policías, risas y benevolencia al constatar como éramos unos españoles perdidos en el aeropuerto.

Abandonamos el lugar, en metro hacia Sao Sebastiao, donde tomamos la entrada que da acceso a una conocida cadena española, El Corte Ingles. España nos atrapa y tanto, la avenida nos conduce a la embajada de nuestro reino en el país lusitano. Paseo por la avenida, comida en un restaurante indio, chikguen con arroz y una cervecita y a regresar.

Horas largas de espera en la zona internacional, con su correspondiente retraso. Y nos sumergimos en el vuelo con destino a Bamako. Viajan con nosotros miembros de las fuerzas internacionales, las que han logrado pacificar nuestro primer país de destino. El avión es silencio, comida mini en el cada vez más reducido espacio del asiento, pero siempre rica. Esta noche es arroz. Cabezadita y a cruzar el estrecho y el desierto. Así, pasada la medianoche comienzo a ver desde la ventanilla las pequeñas luces blancas de los hogares malienses. Ya estoy de nuevo en África. ¡Emoción! Ya estamos. El avión aterriza, llueve. En las pistas los aviones blancos de la UN (ONU),  foto de los compañeros en el lugar. Mis pies se encuentran en África de nuevo. Ahora viene la prueba de fuego, conseguiremos pasar los controles sin saber nada de francés. ¡Y lo logramos! Tras pagar las tasas y una propinita, quédese con el cambio. Y a buscar las maletas. Momento de nervios. ¿Se habrán extraviado como ocurrió el año pasado, cuando se quedaron en Casablanca? Miras la cinta, la buscas y allí está, la maleta. Los cinco sentidos están activados. Ç’est Africa!! Todos intentan ayudarte, no dejar de la mano las maletas, mirar a todos los lados. En la puerta, a fin de impedir robos, se identifican con el billete.

Y ya estamos en Mali. Allí sale a nuestro encuentro un salesiano del país que habla español. Estuvo en Murcia. Es Elí, miembro de la comunidad de Siguiri, enviado por el padre Rafael a recogernos. Saludos y gratitud a Don Bosco por estos hijos suyos. La película de la III Misión a Togo sigue proyectándose en el aeropuerto. Ahora no es Didier, sino Elí y los dos auténticos hijos de quien fue un sacerdote diocesano, cura de barrio en Turín.

Con las maletas en la camioneta, esperamos a nuestro compañero de misión. Pasada media hora nos saluda el Padre José Miguel, navarro de pura cepa, salesiano en Andorra. Con él vamos a vivir los días de misión, un sacerdote mayor, con gran experiencia, compañero del padre Rafael en los años de la postguerra en Costa de Marfil. Misionero de corazón, en Cuba, antes de la revolución y en Santo Domingo.

En la camioneta nos trasladamos a la misión, el Centro Pere Michel de Bamako. Los ojos intentan alimentarse de la penumbra de las calles, el silencio de las casas, una ciudad de más de un millón de habitantes. No ha pasado un año de la ofensiva que amenazó esta ciudad, tomada por el ejercito de Malí y francés.

La puerta se abre, entramos en la misión, nos distribuimos las habitaciones y a descansar. El encanto de la casa, la pobreza de la habitación. Una cama con su mosquitera, una mesa y un ventilador que pronto comprenderé para qué. Calor y humedad, muchísima. Sin la corriente de aire de este aparato la noche puede ser larga.

Amanece pronto en Bamako. Lo primero es asomarse a la ventana y disfrutar. No es un sueño, mejor dicho, es un sueño real. Impregnarse de la ciudad. Eso sí, con una calor que te lleva a admirar a los misioneros españoles que allí entregan su vida. Entre ellos los padres Felipe y Mariano, quienes nos acogen.

Es el primer día en Mali. Las horas, son largas, de estar allí, sencillamente. Estar, escuchar a los salesianos, sus experiencias misioneras, libros abiertos, particularmente el padre José Miguel, nuestro compañero de misión, quien como todos los misioneros sufre el destierro causado por la ancianidad, mientras con nostalgia recuerda los años entregados en América Latina y en África.

Escuchar los sonidos de la ciudad, el griterío de los niños jugando al futbol, los coches y las motos circulando por las calles de tierra, las conversaciones en francés de quienes te rodean. Y contemplar el cielo con el blanco incandescente de las tierras tropicales, el cielo de África, a las personas negras, ese color que acentúa la luz de la mirada. Y disfrutar simplemente porque estás allí, porque lo que siempre has deseado se está haciendo de nuevo realidad.

¿Pero qué hicimos el primer día? Visitamos el Centro educativo, con los talleres donde los salesianos forman profesionalmente a los alumnos, la gran mayoría, por no decir, la totalidad, musulmanes a los que la Iglesia sirve con generosidad y entrega hasta la muerte. Y lo de la muerte no es metáfora. En la escuela de mecánica los alumnos aprenden con el coche accidentado de un salesiano, desgraciadamente fallecido en accidente de circulación. Es la Iglesia que ama como Cristo amó, evangeliza no por “proselitismo” sino por atracción, como afirmaba papa Benedicto, la de una vida para los demás sin más interés que mostrar el amor que nace de la eucaristía.

Por la tarde nos acercamos a un comercio de productos informáticos regentado por un libanés. Y allí, pues nos cortamos el pelo. Paseamos por las calles, he de confesar, con una gran tranquilidad y sin miedo.

A las 19  la misa. Muy diferente a las eucaristías de la parroquia San Juan Bosco de Kara, misa con la comunidad salesiana y los pocos cristianos del barrio. Después de cenar, a las 21:30